Esta es una
historia que cautivo mi corazón como ejemplo de humildad y amor por los demás…
Hay un Rey que
existe desde la eternidad, quien lo tiene todo; gloria, honra, un gran palacio,
sirvientes, comodidad, etc.
Un
día, vio el dolor y el clamor de las multitudes, por lo tanto decidió
despojarse de su Gloria y lo dejó todo, se hizo un hombre común y corriente;
bajó de su trono a ver a su pueblo y les habló directo al corazón sobre bondad,
amor, respeto, obediencia, de arrepentimiento porque su Reino se había acercado
a ellos. (Mateo 3:2); y que podían lograr
cosas mayores si lo hicieran en su nombre y si así lo creyeren en su corazón.(Juan 14:12).
Una parte del
pueblo empezó a tener esperanza y creyeron de corazón en las palabras de aquel
hombre común (quien verdaderamente era el Rey); muchos otros se sentían
ofendidos y murmuraban por las cosas que este varón decía, en especial los de
su entorno mas cercano, pero el Rey, conociendo sus pensamientos, les respondía
diciendo: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.” (Lucas 5:32).
El Rey iba de
pueblo en pueblo llevando la verdad de la vida y trayendo esperanza a los oprimidos.
Cierto día dos de sus discípulos hicieron una atrevida pero conveniente
petición: “Señor siéntanos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu Reino”;
-a lo que el Rey respondió con la humildad y elocuencia que lo caracterizaba (una
de las mejores respuestas que he podido escuchare en mi vida)- y dijo: “Saben que los que son
tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen
sobre ellas potestad.
Pero no será así entre ustedes, sino que el que quiera hacerse grande entre
ustedes será su servidor, y el que de ustedes quiera ser el primero, será
siervo de todos.”
Añadiendo el Rey dijo: “Porque yo no
vine para ser servido, sino para servir, y para dar mi vida en rescate por
muchos.” (Marcos 10:42-45)
El Rey cumplió su propósito, sirvió hasta el último día de su vida, fue
juzgado y condenado por su propio pueblo, culpable de traer justicia y
esperanza para la humanidad; pero prometió volver y al tercer día resucitó de
entre los muertos (hecho que ninguno de los que gobiernan, ni ninguna religión
en la tierra, lo hizo).
Después ascendió a su reino y nos dejó al ayudador, el Espíritu Santo; ¿De quién te hablo? Si, te hablo de Jesús, Él es tu
Rey, tu Padre, tu amigo, tu todo; él vino por ti y por mi a salvarnos de
nosotros mismos y hoy quiere tocar la puerta de tu corazón y decirte que
vuelvas a Él, no importa donde tu estés o en qué situación te encuentres, Él
esta tocando la puerta de tu corazón y quiere entrar en tu vida y sólo quiere
que le digas JESÚS TU ERES EL SEÑOR Y SALVADOR DE MI VIDA, Amén.
A ese Rey le sirvo yo, al Rey sobre Reyes y Señor de Señores, Gracias Señor por ser el mejor Maestro y Padre para mi, TE AMO MI SEÑOR!